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Un artista quiere poner patas arriba al régimen de Corea del Norte

Un artista quiere poner patas arriba al régimen de Corea del Norte

Se llama Song Byeok y su primer mecenas fue el Gobierno de Kim Jong Il. Un día, su padre y él escaparon a la vecina del sur. Byeok dejó de dibujar retratos institucionales para dedicarse a criticar a un régimen que le ocultó durante años cualquier verdad.


A primera vista, parece una pintura de la icónica escena de la actriz Marilyn Monroe sobre una rejilla del metro. Sobre su cuerpo con el vestido levantado por el viento. Sin embargo, se puede ver el rostro del “Querido Líder” norcoreano Kim Jong Il, con sus características gafas de sol y mueca sonriente. Unos pececillos dorados nadan alrededor de sus pies.


La irónica obra, titulada ‘¡Quítate la ropa!’, se mostró por primera vez en Seúl a principios de año como parte de ‘Forever Freedom’ [Libertad para siempre], la primera exposición del artista norcoreano Song Byeok, que huyó a Corea del Sur en 2002.


Antes de abandonar su país, Song había dado sus primeros pasos artísticos pintando propaganda para el régimen de Kim, produciendo retratos sonrientes del padre fundador Kim Il Sung e imágenes en tecnicolor de trabajadores y campesinos. Desde su llegada a Corea del Sur, sin embargo, utiliza su talento para criticar el régimen represivo del Norte y a su líder.


“Mi mensaje a Kim Jong Il es que deje de pensar y hablar de la guerra, que busque bondad en su corazón y que de libertad a su gente”, aseguraba Song en una reciente entrevista, mostrando otra pintura en la que retrata a un repeinado Kim brindando con una copa de vino tinto.


De 42 años y muy bajo, como muchos de los que huyen últimamente del hambriento Norte, el artista asegura que comenzó a pintar como diversión, pero que su talento fue detectado rápidamente y le reclutaron para trabajar para el régimen comunista.


En un estudio en el rural al sur de la capital, Pyongyang, los cargos del Gobierno le daban órdenes claras de lo que tenía que dibujar en los carteles. Pintar sin seguir las instrucciones estaba totalmente prohibido. “Ni siquiera se podía cuestionar”, asegura. “Cada línea, cada ángulo, todo se presentaba en el modelo. Sólo había que copiar. No había creatividad alguna, nada salido de la personalidad del artista. Nada”.


En su pequeño taller en los suburbios de Seúl, Song señala una reproducción de un típico cartel de propaganda, en una mezcla brillante de tonos rojos y marrones. Muestra a un trabajador con cara seria señalando al público, con una leyenda en coreano y en letras amarillas que dice “¿Vas a vivir como un humano libre o como un esclavo? Protejamos la bandera roja de la revolución hasta el último día”.


“En Corea del Norte, esto es un eslogan verdadero”, dice Song. “Pero se le puede dar la vuelta en su contra: ¿vais a vivir como hombres libres o como esclavos? Mirad cómo vivís: no tenéis libertad de expresión o de actividad o de asamblea, o de nada, en Corea del Norte”.


A menudo irónico y con una técnica similar al cómic, los trabajos de Song reflejan su propio desencanto paulatino con el régimen de Kim Jong Il. Al igual que muchos desertores, comenzó a cuestionarse la situación a mediados de la década de 1990, cuando el colapso del sistema de distribución de alimentos del país produjo una hambruna devastadora.


En su provincia natal de Hwanghae del Norte, muchas personas acabaron como “esqueletos vivientes”, dice Song. Su familia logró sobrevivir varios años a base de sopa hecha con cáscara de arroz molida y hierba de las montañas cercanas.


En el verano de 2000 Song y su padre finalmente decidieron cruzar a China para trabajar y lograr comida, pero cuando cruzaban el río Tumen, crecido por las lluvias del verano, su padre desapareció entre las aguas.


“Estaba a mitad de camino por el río cuando la cuerda se aflojó”, dice. “Mi padre me dijo tres veces que me fuera y le dejase, y después desapareció bajo el agua”. Song llegó hasta la orilla y pidió ayuda a un grupo de guardas fronterizos norcoreanos. “Se negaron. Me dijeron ‘¿por qué has sobrevivido tú? También deberías morir’, y me golpearon”.


Después de siete meses en una prisión de Corea del Norte, en donde perdió un dedo por congelación, Song fue amnistiado. Poco después logró finalmente huir a China. Un año más tarde, tras lograr un pasaje seguro para Corea del Sur con ayuda de un hombre de negocios, llegó al futurista aeropuerto Incheon de Seúl.


Tras la muerte de su padre y su experiencia en la cárcel, Song dice que se desilusionó profundamente con el régimen y su propaganda, y prometió marcharse al Sur en cuanto tuviese la primera oportunidad de hacerlo. “Me educaron para creer que Corea del Sur era un lugar enfermo y retorcido”, asegura. “No sabía que el régimen era tan perverso. Había estado pintando todo el tiempo estos carteles felices, y no me daba cuenta de que ocurrían cosas diabólicas en mi país”.


“Hasta entonces pensaba que nuestro país estaba en una situación mala por culpa de los norteamericanos, pero cuando mi padre murió empecé a pensar que había algo que no estaba bien”, reconoce.


Ese es el sentimiento que Song intenta transmitir a través de su arte, inyectando el absurdo al realismo socialista del Norte, y señalando así las mentiras y contradicciones del régimen.


Compartir | Recomendar Noticia | Fuente: Sebastian Strangio, Seúl (Corea del Sur) | GlobalPost | Fecha: 15/07/2011 | Ver todas las noticias



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